Paludismo
				Plasmodium es un parásito que se transmite por la picadura 
				del mosquito Anopheles. Es una de las enfermedades transmitidas 
				por mosquitos más peligrosas y graves del mundo, aunque se puede 
				prevenir y curar. Es la principal causa de muerte en las zonas 
				tropicales (África, Asia y Latinoamérica) y supone el 50 % de 
				los casos de malaria y la totalidad de las muertes por malaria 
				en todo el mundo.
				
Las fiebres palúdicas fueron descritas por primera vez en el año 
				400 a.c. por Hipócrates, pero, no fue hasta 1880 cuando el 
				médico militar francés Charles Louis Alphonse Laveran evidenció 
				el origen protozoario de la parasitosis.
				
El término paludismo proviene del latín palus (laguna) y está 
				directamente relacionado con el origen de la enfermedad. La 
				utilización de la palabra malaria, procedente del italiano, 
				mal’aria (mal aire), es más reciente, se inicia por el botánico 
				italiano Torti en 1753, y también se vincula con el mecanismo de 
				transmisión más consensuado entre la comunidad científica hasta 
				finales del siglo XIX.
				
				No obstante, la referencia a la patología 
				en los textos españoles de la época se acomete por el uso de 
				términos asociados a la intermitencia de sus fiebres, tales como 
				«tercianas», «cuartanas», «fiebres estacionales» o «calenturas 
				intermitentes». 
				
Tradicionalmente, en gran parte del continente europeo, la 
				malaria se ha presentado como la epidemia que en el siglo XVIII 
				reemplaza a la devastadora peste de la centuria anterior, y que 
				a su vez es relevada por la fiebre amarilla en el siglo XIX, 
				siempre atendiendo a cuestiones relativas a la morbilidad y 
				mortalidad general de la enfermedad en cortos espacios de tiempo. 
				El estudio la evolución histórica del paludismo en nuestro país 
				ha sido objeto de muchas investigaciones, entre las que 
				destacamos la tesis doctoral de 
				Balbina Fernandez Astasio o algunos artículos como el de 
				
				G. Castejón Porcel.
				
En el caso de los ferrocarriles, esta epidemia afectó 
				especialmente al personal ferroviario, razón por la cual, el 
				paludismo se convirtió en un problema para las compañías 
				ferroviarias que pusieron muchos recursos disponibles para la 
				lucha antipalúdica. Hay que tener en cuenta que la red 
				ferroviaria atravesaba todo el país y que sus trabajadores, 
				muchos de ellos portadores de la infección, se trasladaban por 
				todo el territorio. Existían además otros dos focos de atención 
				a la hora de controlar esta epidemia, uno el hecho de que muchos 
				ferroviarios vivieran en poblados y centros ubicados en 
				territorios palúdicos; y otra cuestión preocupante eran los 
				trabajadores de vía y obras, expuestos a contraer la enfermedad 
				en el periodo de construcción de las líneas y en sus trabajos de 
				mantenimiento.
				
Uno de los ejemplos significativos fue el producido durante la 
				construcción de la línea del Norte, entre El Escorial con Ávila, 
				donde, entre 1861 y 1862 hubo una gran epidemia que acabó con 
				3.900 personas enfermas y 77 muertos. La relación entre las 
				condiciones higiénicas en las que se desarrollaban los trabajos 
				y el movimiento de tierras, favorecieron la aparición de este 
				brote de paludismo.
				
En 1902 Gustavo Pittaluga estudió más de sesenta casos de 
				paludismo entre doscientos obreros de una fábrica de ladrillos 
				en las proximidades de la estación de ferrocarril de 
				Castelldefels.
				
Otra línea muy afectada fue la línea que unía Madrid con Cáceres, 
				a la cual se la denominaba como la “meca de los gérmenes 
				palúdicos” por la intensidad del paludismo en la misma. Un 
				trabajo realizado en 1902, por los doctores Huertas y Mendoza, y 
				presentado en el XIV Congreso Internacional de Medicina, hacía 
				la siguiente observación, “Los empleados están todos enfermos, 
				no solo los de vía y obras, sino los del movimiento, aunque no 
				tengan residencia fija en la comarca, hasta el extremo de que la 
				compañía de los ferrocarriles se ve precisada a relevar a todo 
				el personal cada quince días”.
				
						 
					
Parece que la razón del problema se debía a que las zanjas no 
				tenían suficiente desagüe y se formaban pequeñas lagunas 
				perfectas para el desarrollo de las larvas de Anopheles. Se 
				tomaron medidas para erradicar este foco de paludismo, 
				encauzando las aguas y rellenando esas pequeñas lagunas con 
				arena y carbonilla. En el trabajo, estos doctores aportaron 
				información sobre cómo mejorar las condiciones higiénicas y 
				sanitarias de la comarca, así como la mejora de las zanjas, 
				acondicionándolas para mejorar la salida de las aguas y evitar 
				la acumulación en pequeñas charcas o lagunas. Además, a los 
				trabajadores de la red de ferrocarril se les administraron 
				preparados de quinina, arsénico y hierro para tratar la 
				enfermedad.
				
También en ese mismo Congreso se presentó un trabajo de 
				realizado por el Dr. Varela de Seijas, Médico del Servicio 
				Sanitario de la compañía de ferrocarriles de Zaragoza a Alicante 
				y el del Dr. Pijoan de la Red Catalana. Su estudio sobre la 
				morbilidad palúdica les permitió realizar un seguimiento real de 
				la enfermedad. Los médicos detectaron A. claviger en todos los 
				focos de paludismo investigados. Para luchar contra la 
				enfermedad propusieron el saneamiento de los terrenos mediante 
				desecación y relleno de depósitos, el encauzamiento de las aguas 
				corrientes, la protección metálica de los empleados y la 
				instalación de una doble puerta de tela mecánica a pocos 
				centímetros de la primera. Respecto al tratamiento farmacológico 
				recomendaron el Esanofele de la Casa Bisleri de Milán 
				promocionado en España por Pittaluga. Éste realizó un estudio 
				sobre el 
				Paludismo en el Delta del Ebro en 
				el que exponía las necesidades para llevar a cabo el saneamiento 
				de los terrenos y evitar la formación de focos de infección. 
				
En 1920 se creó la organización de Lucha Antipalúdica, y la 
				Comisión Central del Paludismo cuatro años después, en esta 
				comisión los ingenieros e inspectores, ingenieros de caminos, 
				canales y puertos, reclamaron recursos estatales para poder 
				continuar con los 
				trabajos propuestos por el doctor Pittaluga.
				
Entre 1915 y 1935 se produjo otra epidemia, en 1915 el número de 
				ferroviarios infectados era de 1.150, la puesta en marcha de la 
				campaña antipalúdica redujo el número a 209 casos en 1925 y un 
				centenar en 1935. Las compañías ferroviarias llevaron a cabo 
				medidas de saneamiento de los terrenos afectados, facilitaron 
				medicación profiláctica y curativa, protegieron las viviendas 
				contra el mosquito y, procediendo, en suma, con arreglo a las 
				normas científicas en aquellas épocas, consiguieron evidentes 
				progresos en la lucha antipalúdica.
				
Esta enfermedad y su incidencia en la mortalidad y morbilidad 
				despertó el interés de la comunidad científica por poner en 
				común los conocimientos en la lucha contra la malaria y generó 
				diversos encuentros entre especialistas. Se iniciaron las 
				gestiones para preparar el III Congreso Internacional de 
				Paludismo en Madrid que se celebraría en 1936, sin embargo, 
				el estallido de la guerra malogró su celebración. La Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a 
				Zaragoza y a Alicante preparó un trabajo realizado por el 
				ingeniero Carlos Gutiérrez relativo al paludismo en la red de la 
				compañía, según consta en 
				expediente del Archivo Histórico 
				Ferroviario, en él no se incluye este 
				trabajo. Pero en la Biblioteca Ferroviaria se conserva un 
				documento del año 1936 con el mismo título, pero sin firma que 
				es de suponer que sea el estudio citado. IMAGEN Y ENLACE A 
				DOCUMENTO 7 
				
El informe señalaba que, de los 3.655 kilómetros de vía en explotación, 1.303 km correspondían a zonas donde la pandemia es endémica y otros 1.036 km en los que sin ser endémica existen brotes y personal afectado, en concreto se estimaba que podían ser 21.656 agentes. Entre 1926 y 1935, la Compañía llevó a cabo una acción sanitaria saneando terrenos, atendiendo al personal higiénica y medicamente, pero los resultados no fueron definitivos. Según la clasificación de la Compañía MZA la clasificación de las líneas según la intensidad de la pandemia era la siguiente:
| A-Líneas con paludismo endémico | 
 | 
| B-Líneas con paludismo no endémico | 
 | 
| C-Líneas sin paludismo | 
 | 
				En el informe se detallaba el estado de cada línea y las 
				acciones emprendidas en la campaña de antipaludismo que estaba 
				dirigida por el servicio central ubicado en Madrid, pero del que 
				se ocupaban los médicos de sección encargados de atender a los 
				enfermos, en algunos casos ayudados por el departamento de Vía y 
				Obras que se encargaba de auxiliar en la acción profiláctica 
				repartiendo la medicación prescrita. 
				
Con los datos remitidos por los diferentes médicos se formaban 
				estadísticas mensuales y anuales, en virtud de las cuales el 
				servicio estaba informado y podía establecer las líneas de 
				actuación.
				
En esta memoria se indicaba que se estaba construyendo un 
				“break” equipado con una pequeña clínica y un laboratorio de 
				análisis para atender los casos sobre el terreno. Este coche 
				sanitario sería utilizado por las posteriores campañas 
				antipalúdicas de Renfe.
				
Además de la campaña de profilaxis realizada con los empleados 
				se adoptaron medidas de defensa contra el mosquito como cubrir 
				puertas y ventanas de viviendas y edificios con tela metálica, 
				uso de insecticidas y la utilización en algunas charcas de 
				gambusías, o pez mosquito que servían para el control biológico 
				de los mosquitos.
				
La endemia del paludismo disminuyó considerablemente, hasta el 
				año 1936, cuando debido a la Guerra Civil, hubo de nuevo un 
				aumentó de la epidemia. A partir de 1939, cuando la guerra 
				terminó, comenzaron a crearse dispensarios antipalúdicos, y se 
				realizaron estudios mucho más exhaustivos de la enfermedad y del 
				vector, participando entomólogos además en tareas de saneamiento 
				ambiental para evitar los lugares potencialmente peligrosos para 
				el desarrollo del vector. Todo ello contribuyó a una mejor 
				situación epidemiológica del país. Pero a partir de aquí, 
				aparecen nuevos contratiempos que hacen que la enfermedad vuelva 
				a recrudecerse en los años siguientes. Se movilizaron tropas que 
				venían de áreas endémicas de la Península o externas, que unido 
				al debilitamiento socioeconómico del país, y todas las 
				consecuencias que dejó la guerra, desembocó en una nueva 
				expansión de la enfermedad por todo el país.
				
En 1943, la gravedad de la enfermedad se hizo patente y el 
				gobierno dejó la lucha antipalúdica en manos del profesor 
				Clavero del Campo. El aumento de los dispensarios y el uso 
				masivo de insecticidas organoclorados como el DDT, hicieron 
				descender los niveles de morbilidad. 
				
En Renfe se puso en marcha una campaña de lucha antipalúdica que 
				se iniciaría en 1942. Sin embargo, en los primeros años se 
				desarrolló en condiciones adversas, por la escasez de quinina y 
				otros productos contra la malaria. Razón por la cual hubo que 
				replantear la actuación y abandonar el tratamiento profiláctico 
				de las personas sanas residentes en zonas palúdicas, limitándose 
				a atender a los afectados por la enfermedad, y sólo en las zonas 
				más profundamente afectadas. La revista Ferroviarios publicaba 
				en su sección de divulgación un 
				artículo para informar a los 
				ferroviarios sobre esta campaña.
				
En estas fechas las líneas más afectadas eran las de Almorchon a 
				Bélmez, Ciudad Real a Badajoz, Madrid a Valencia de Alcántara, 
				Mérida a Cáceres y Salamanca a la frontera portuguesa. El 
				término afectado llegaba a los 6.500 km y esta distancia era 
				determinante en el aumento de los riesgos, ya que un número 
				significativo de obreros ferroviarios residían en lugares muy 
				alejados de los dispensarios antipalúdicos y precisaban utilizar 
				el ferrocarril para el traslado a estos centros. De cara a 
				solventar este problema se recurrió a utilizar el coche 
				sanitario.
				
En 1944 el Servicio Sanitario publicó la Circular nº 1 que 
				organizaba el tratamiento médico en lo concerniente al 
				diagnóstico y medicación. La compañía era consciente de que esta 
				organización podía ser causante de malestar para los agentes 
				ferroviarios, sin embargo era necesario acatar esta normativa 
				para poder frenar la infección. La circular organizaba 
				territorialmente la atención médica, adjudicando según la 
				residencia del enfermo, el centro de diagnóstico que le 
				correspondía, el médico encargado de la atención y distribución 
				de medicamentos y los trenes que debía utilizar para acceder a 
				los puntos de atención.
				
Con objeto de aprovechar al máximo los escasos recursos 
				disponibles y para realizar un control estricto de los 
				diagnósticos y de la distribución de medicación se estableció la 
				necesidad de realizar un análisis hemático de los enfermos, que 
				se llevaba a cabo en los dispensarios, en total existieron unos 
				73 centros en los que, además de estas pruebas se realizaba el 
				reparto de medicamentos. Los tratamientos de atepé y quinina 
				sólo se dispensaron a los enfermos palúdicos con análisis 
				hemático positivo.
				
Además se emplearon los dispensarios móviles para acceder a los 
				poblados y centros más alejados, este fue el caso de la 
				explotación forestal de Cazorla que, entre 1943 y 1945 sufrió un 
				aumento de infecciones palúdicas al realizar buena parte del 
				transporte en el embalse del pantano del Tranco, enclavado en 
				zona eminentemente palúdica. Para paliar la epidemia se instaló 
				un laboratorio de análisis y un centro de distribución de 
				alimentos en Cazorla y se organizó un servicio ambulante para la 
				toma de sangre y reparto de medicamentos, de tal manera que 
				durante tres ejercicios tuvieron que tomar medidas estrictas 
				para acabar con la epidemia.
				
Entre 1943 y 1944, el sector más afectado correspondía al 
				dispensario de Plasencia-Empalme, que cubría 189 kilómetros en 
				una de las zonas más palúdicas de España. Le seguían en 
				importancia la zona palúdica del Guadalquivir y la zona de 
				Sevilla-Huelva y Zafra. El número de enfermos observados fue de 
				4.069, de ellos 2.795 fueron afectados por el paludismo y 1.274 
				resultaron no palúdicos.
				
Para mitigar la transmisión de la enfermedad se realizó una 
				campaña de saneamiento de los terrenos cuyas características y 
				condiciones favorecían la existencia del mosquito transmisor. Se 
				creó una comisión mixta formada por Renfe y por organismos 
				sanitarios de la administración, y se aprobó un proyecto de 
				obras a realizar con un presupuesto de 450.000 pesetas. Contaron 
				con la colaboración de la División de Vía y Obras, que 
				realizaban obras de desecación de charcas, limpieza de pozos, 
				evacuación de aguas residuales, así como construcción y arreglo 
				de alambradas protectoras en gran número de estaciones y 
				casillas. Estas brigadas actuaban, sobre todo en el caso de los 
				poblados ferroviarios como el de Arroyo, que fue azotado por el 
				paludismo y donde se hicieron obras de encauzamiento.
				
A partir de 1944 se inició una curva de descenso debido al más 
				rápido diagnóstico y a la posibilidad de extender el tratamiento 
				que favoreció una disminución progresiva de los portadores de la 
				infección. Lo más preocupante era el elevado número recidivas 
				que podían reactivar la endemia y echar por tierra la labor 
				realizada durante años, para lo cual se procedió al seguimiento 
				y mayor control profiláctico.
				
La campaña consiguió una disminución de la morbilidad del 76 por 100 en el quinquenio 1944-1948 y aunque no había desaparecido completamente si se podía decir que estaba dominada en casi todo el territorio. El dato genérico de la evolución de los enfermos puede verse en el siguiente cuadro:
| AÑO | ENFERMOS OBSERVADOS | CON PALUDISMO | SIN PALUDISMO | 
|---|---|---|---|
| 1942 | 3.480 | 2.838 | 642 | 
| 1943 | 3.542 | 2.541 | 1.001 | 
| 1944 | 4.069 | 2.795 | 1.274 | 
| 1945 | 2.006 | 1.285 | 721 | 
| 1946 | 1.524 | 995 | 529 | 
| 1947 | 1.768 | 979 | 789 | 
| 1948 | 1.153 | 670 | 483 | 
| 1949 | 593 | 352 | 241 | 
Finalmente en 1964, tras una revisión minuciosa de la Organización Mundial de la Salud, se declaró a España libre de paludismo. Aun así los paludólogos de la época, recomendaron mantener una vigilancia muy estrecha para evitar posibles reinfecciones.



